¿QUÉ SOCIALISMO ES EL QUE EN NOMBRE DE LOS POBRES UTILIZA
AL ESTADO PARA ENRIQUECERSE?
Zenair Brito Caballero
Hay que reconocer que del crecimiento
y el éxito electoral de este neofascismo, al que han dado en llamar
pomposamente socialismo del siglo XXI, tienen una gran parte de culpa las
clases políticas venezolanas, que no han querido ni sabido resolver los enormes
diferencias sociales que padece la nación.
Lo primero que hay que entender es que
el de Chávez y el de Maduro no son gobiernos liberales, sino profundamente
conservadores y antidemocráticos que, al tener la oportunidad, devinieron en
auténticos autoritarismos unipersonales, en los que la única ley que rige es
aquella que “quien no está conmigo está contra mí”. Cualquier crítica,
cualquier disidencia cualquier desacuerdo convierte a las personas en enemigos
a aniquilar.
No hace falta sino repasar las
características comunes de esos gobiernos socialistas-comunistas desde hace 15
años en Venezuela. Comencemos por lo político: quizás uno con más éxito que
otro, prácticamente han pretendido cambiar las legislaciones vigentes para
concentrar el poder en el ejecutivo y anular la influencia de los otros poderes
del Estado.
Han intentado y han conseguido
modificar las reglas de juego electorales para poder eternizarse en el poder.
Ambos pusieron en marcha operativos para controlar y acallar a los medios de
comunicación, ayer fue RCTV y 34 emisoras radiales, hoy Globovisión y otros
canales televisivos que parecieran ni-ni, pero están más rojos que azules o blancos.
En lo económico, dicen haber
emprendido campañas de control del sector productivo y de estatización
indiscriminada. Pero Venezuela, tiene el nivel más alto de inflación muy
superior al promedio de las demás
regiones. Prácticamente nuestro país, tiene un nivel de crecimiento inferior al
promedio regional.
En lo social, que se supone que es su
objetivo central, en 15 años los niveles de pobreza se han incrementado
mientras los índices de empleo han disminuido estrepitosamente. Los gobiernos
de Chávez y de Maduro sin excepción, han experimentado un incremento de los sumarios
de inseguridad y un aumento indicador de la delincuencia.
Me objetarán algunos lectores
gobierneros, que ellos han incrementado significativamente el gasto social con
la creación de las llamadas misiones y eso es muy cierto; pero el gasto social
no es ni mucho menos equivalente a inversión social. “Regalar” plata a los
pobres para ganarse su “adhesión política incondicional”, no es lo mismo que
invertir en desarrollo social. Subvencionar la haraganería y la ociosidad no es
lo mismo que crear puestos de trabajo y promover, a través de crédito barato,
las microempresas.
En realidad lo que ha aumentado es el
clientelismo, la genuflexión, con subvenciones y dádivas manejadas como arma política.
De lo contrario, un incremento del dinero destinado a mejorar los problemas
sociales habría generado menor pobreza, más empleo y menos delincuencia. Pero,
evidentemente lo que ha ocurrido es todo lo contrario.
El caso que nos queda más de cerca como
ejemplo de esto es Argentina: ¿Podía imaginar alguien que el país agropecuario
por excelencia, el “granero del mundo”, tenga escasez de leche, de carne y de
trigo o que, tras nacionalizar el petróleo, haya dejado de autoabastecerse y
necesite importar crudo?
Pero quizás lo más grave del mal
llamado socialismo-comunismo, es que potencian hasta el paroxismo, el ataque,
la crispación social, volviendo imposible la convivencia. Todo ello en nombre
de una fulana ideología socialista-comunista
inexistente, porque ¿qué ideología pueden tener unas personas que, en nombre de
los pobres, utilizan al Estado para enriquecerse, diciendo que ser rico es malo
y ser pobre es bueno?
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