“TANTAS ELECCIONES Y SIEMPRE MÁS DE LO MISMO”
Zenair
Brito Caballero
Uno de los oficios más bellos es la política siempre y cuando se
conciba como el desempeño a través de un poder concedido por el pueblo, a
individuos de los que se espera sean serios, éticos, eficaces con miras a
obtener el bien común sin aspiraciones distintas a ese propósito; sin intereses
personales más allá de la tranquilidad de conciencia al sentir honestamente que
se ha cumplido con el deber.
Al empoderar a personas, con distintas concepciones e ideologías, para que como representantes de la colectividad sean capaces de llegar a consensos que suponen dirimir conflictos y encontrar soluciones conducentes a tomar decisiones que impacten positivamente en el progreso y bienestar de sus pueblos, se supone que, esas personas están suficientemente avaladas por sus calidades morales y su clara vocación de servicio además de la capacidad de trabajar proactivamente, con la mente abierta y la convicción de encontrar el bien para todos, de tal forma que no haya lugar a preferencias ni discriminaciones a pesar de no haber sido apoyados por muchos: eso no es un asunto para cobrárselo a nadie como tampoco lo es para retribuir, a través de actos inherentes al poder a quienes apoyaron la aspiración.
Al empoderar a personas, con distintas concepciones e ideologías, para que como representantes de la colectividad sean capaces de llegar a consensos que suponen dirimir conflictos y encontrar soluciones conducentes a tomar decisiones que impacten positivamente en el progreso y bienestar de sus pueblos, se supone que, esas personas están suficientemente avaladas por sus calidades morales y su clara vocación de servicio además de la capacidad de trabajar proactivamente, con la mente abierta y la convicción de encontrar el bien para todos, de tal forma que no haya lugar a preferencias ni discriminaciones a pesar de no haber sido apoyados por muchos: eso no es un asunto para cobrárselo a nadie como tampoco lo es para retribuir, a través de actos inherentes al poder a quienes apoyaron la aspiración.
Una cosa es rodearse de un equipo de trabajo bien calificado, de
confianza, con el que sea posible avanzar y otra muy distinta es crear nóminas
disparejas, incongruentes, atomizadas. Un papá es de todos en casa; un político
de verdad, es de todos en la sociedad.
Entrando en profundidades menos románticas, sabemos que hay
infinidad de caminos para negociar, dirimir, convencer, lograr objetivos:
coaliciones, bancadas o como se quieran llamar y todo ello es como un juego de
ajedrez donde la estrategia manejada por la particularidad de quien mueve las
fichas está dirigida a triunfar: apasionante asunto que es materia de infinitos
espacios de análisis; sin embargo en estas pocas líneas el énfasis está
centrado en el bien o el mal que esas personas puedan generar de acuerdo con su
comportamiento y desempeño. Doloroso y común, en cualquier comunidad del mundo,
la infestación de malos políticos, en el argot popular reconocidos como
“politiqueros”.
Ellos han manchado el verdadero significado de la política,
desdibujan la filosofía profunda de ese quehacer siendo los más exitosos
gestores de desesperanza, malas costumbres y el atraso de sus pueblos.
En la comedia humana muchos oprimidos aplauden a sus opresores, no
ven otra forma de protegerse para garantizar algo de sustento, ellos perciben
muy bien el mal ejemplo y la explotación a la que son sometidos pero “toca”
aplaudir.
¡Cuántas veces la justicia, la inversión pública, la asignación de
empleos, la promulgación de leyes y otras tantas actividades sociales que suponen
rectitud son sesgadas cínicamente por intereses económicos, compromisos
personales, negociaciones o pactos obscuros, imposiciones o condicionamientos o
manipulación!
Cuando con esperanza se está negociando la paz, es preciso
responder responsablemente escogiendo a los políticos, ¿los tenemos?; no a los
politiqueros, que también los poseemos.
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