“EL
PROBLEMA DEL ODIO ES DEL QUE ODIA”
Zenair
Brito Caballero
Hoy como psicóloga, he querido referirme a este
tema que está acabando la psiquis de muchos venezolanos.
Esta conducta es
definida por cualquier diccionario de la Real Academia de la Lengua Española
como el aborrecimiento o la antipatía que se experimenta hacia una persona que
no piensa como el otro.
Podríamos agregarle que ese comportamiento es
extensivo a otras situaciones que se presentan en el medio, cuando en términos
de sociedad alguien ejerce un liderazgo político como presidente, ministro,
diputado, presidente de la Asamblea Nacional, etc., que una gran proporción de
ciudadanos acólitos acatan y ese dirigente para conseguir sus propósitos,
incuba el odio en el pueblo como mecanismo de ejercicio de poder, y
desgraciadamente es lo que está ocurriendo en Venezuela.
En estas condiciones referidas y emponzoñadas
desde hace 14 años por el gobierno revolucionario del difunto Chávez, por la
ideologización socialista-comunista a la cubana, la comunidad nacional,
regional o municipal venezolana está en grave riesgo, y lo está, porque lo
anterior trae aparejado conductas que pueden derivar o ya están derivando, como
reacción a los que se odian como lo ocurrido en la Asamblea Nacional, en
actitudes intolerantes, criminales o de destrucción que se identifican con la
sentencia por todos conocida: divide y reinarás.
Los pueblos que hacen parte de esta región
latinoamericana llamada Venezuela, para infortunio de los que en ella
convivimos, adolecen de una cadena de necesidades vitales insatisfechas,
aplazadas durante 14 años de la llamada
Revolución socialista-comunista del extinto Comandante y frente a las cuales no
se vislumbran soluciones, al menos de manera mediata, por el ya conocido fraude
del pasado 14 de abril, donde en menos que cante un gallo, la Sra. Tibisay
Lucena proclamó como Presidente de Venezuela a Nicolás Maduro.
Pero el remedio a tantos males atrasados no
puede ser la destrucción de lo que no se ha hecho, como son las bases de una
sociedad tolerante y democrática, por más que esos cimientos, la historia los
identifique con las personas a quienes no se quiere o se desea apartar del
camino. Como alguien advirtió hace algún tiempo: el líder debe tener bien claro
que una cosa es que se le endilgue que partió la historia en dos, y otra, a la
sociedad en dos.
No olvidemos nunca estimados lectores que las
pasiones, los afectos y el temperamento contemporáneos nos muestran un
ciudadano continental radicalmente distinto al venezolano de hace casi un
decenio y medio.
La herencia de comunidad y solidaridad que
legaron nuestros próceres de verdad como Bolívar, Páez, Antonio José de Sucre,
Francisco de Miranda, Andrés Bello, Simón Rodríguez y tantos otros, a este país, se ha venido desmoronando paulatinamente,
pues el estilo para imponer políticas de gobierno socialista-comunista o
cambios sustanciales, es al unísono, la fuerza, el poderío y el odio.
El tema del odio se ha incubado de tal manera
entre las personas seguidoras al régimen que dice que gobierna en
circunstancias cotidianas, que traigamos a colación el simple hecho de querer
arreglar una controversia cualquiera. Para solucionarla hay que dejar a un lado
el odio, porque quien lo patrocina procura su ruina, pero antes de eso, busca
la ruina de los demás.
Debemos tratar de derrotar el argumento de
Voltaire cuando afirmaba que “los hombres son como los perros rabiosos: no se
les puede hacer el bien, sin correr el riesgo de que nos muerdan”. El problema
del odio, es del que odia y debemos eliminarlo de nuestros corazones y de la
sociedad venezolana si queremos vivir en paz.
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