“NO ES LO MISMO INDIGNARSE QUE ESTAR INDIGNADO”
Zenair
Brito Caballero
Hoy nuevamente amanecí sin ganas de escribir sobre
política y voy a señalar un aspecto que psicológicamente está afectando a miles
de venezolanos. Todos las personas de este planeta somos seres emocionales, es
decir, que vivimos y convivimos con las emociones en todo momento; llámese ira,
envidia, culpa, temor, alegría, tristeza, dolor, vergüenza, indignación, entre
otras más. Te darás cuenta que en un solo día podemos ‘brincar’ en un gran
abanico de emociones. Una emoción común es la cólera. Se cree, equivocadamente,
que existen emociones buenas y malas, lo cual no es verdad.
Lo que hay detrás de una emoción es una intención y en
todo caso, la intención es la que podría ser constructiva o destructiva, pero
las emociones no son buenas ni malas, las emociones son naturales, propias de
nuestra especie y parte de esta naturaleza es poder expresarlas.
Un problema muy recurrente con la emoción de la cólera
es que permitimos que se apodere de nosotros, y reaccionamos desde el arrebato
y no desde la conciencia.
El resultado inmediato será un desahogo y una gratificación instantánea ‘de poder’ pero a corto plazo la consecuencia será sentirnos incómodos con nosotros mismos por aquello que hicimos o dijimos al estar sumergidos en la emoción.
Indignarse no es malo. Lo que no es saludable es mantenerse enfurecido, ¿Alcanzas a ver la diferencia? Cuando te indignas lo sientes en ese momento le das salida y te liberas del disgusto, sin embargo, el mantenerte enfurecido significa que ‘encerraste’ tu disgusto en tu interior manteniendo viva la ira y cuando la mantenemos viva es ahí cuando brincamos del disgusto a estar indignados.
Estar indignado significa conservar la ira en nuestro ser.
Esto no representa que estarás echando ‘rayos y centellas’ todo el día, esto
significa que aún cuando haya pasado mucho tiempo y alguien o alguna situación
te conecte a lo que sucedió en el pasado (que te irritó) lo detonará en tu
interior volviéndote a ‘encender’.
De hecho, el disgusto se siente en el plexo solar (a la altura del ombligo) y literalmente sientes que arde, que te quema. Si pones atención, la situación a la que te conectas ya no está sucediendo (más que en tu mente) pero tu cuerpo simplemente obedece a tu furia mental.
El primer paso para liberar el disgusto (o cualquier
otra emoción) es reconocerlo.
Necesitas no sólo sentir el enfado, necesitas reconocerlo. Una vez que lo reconociste, es indispensable que le demos salida con una sola condición: “No me hago daño a mi ni le hago daño a nadie”. Le puedes dar salida física a tu enojo gritando en tu auto, pateando almohadas o el colchón, pegándole a una bolsa de boxeo o rompiendo periódicos, por poner unos ejemplos.
Esto no cambiará la situación con quién tengas el
problema, pero definitivamente te dará mayor espacio en tu mente para pensar
con más claridad y serenidad, porque el espacio que ocupaba el disgusto estará
libre. Esta necesidad de clasificar y etiquetar las emociones como buenas o malas
hace que violentemos nuestro cuerpo al almacenar sentimientos de revancha
interior.
Dale permiso que salga, eso te hace ser una persona
responsable. Si necesitas tiempo para ‘refrescar tu mente’ ¡Pídelo! Algo que
siempre te va ayudar es tu respiración, la respiración profunda, abdominal y
consciente oxigena tu cerebro y te ayuda a canalizar las emociones de forma
gradual pero significativa.
Cuanto más indefinida está la conciencia mayor
probabilidad de vivir una vida mecánica, gobernada por impulsos inconscientes y
respuestas automáticas.
Recuerda que tú siempre estás al mando, tú siempre eres quien elige qué hacer.
Es mentira que el que se encoleriza pierde… el que se mantiene enfurecido es el que de verdad pierde. Créeme que muchos de los problemas no son los problemas en si… sino la forma en cómo elegimos reaccionar a ellos. ¡Elige amor a la vida y al prójimo y empieza por ti!
(britozenair@gmail.com)
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