LA
INTOLERANCIA ES LA ETAPA PREVIA AL TOTALITARISMO
Zenair
Brito Caballero
Cuando se estudia la evolución del pensamiento político de
los últimos siglos, se aprecia una evolución del concepto soberanía como
sustento del poder, que pasó del origen divino en que se basaba la monarquía,
al del consenso popular en las democracias modernas.
Ese cambio en el sustento del poder, ha sido la razón por la
cual, todos los regímenes políticos; tanto de izquierda como de derecha; hayan
sostenido que son democráticos y que su poder se sostiene y legitima por el
pueblo, el cual se expresa mediante el voto como por manifestaciones de
democracia directa, como ser asambleas o referéndums.
Hitler y Mussolini llegaron al poder por el voto popular;
Fidel Castro gobernó Cuba por casi cincuenta años sobre la base de una
transferencia de poder popular que le daban las asambleas y las votaciones en
base a la existencia de un partido único.
Los gobernantes de la desaparecida URSS; que eran designados
por el Partido Comunista, nunca dejaron de sostener que su autoridad emanaba de
un procedimiento democrático de selección y todos los actuales gobernantes
latinoamericanos que se auto califican como “progresistas”, han llegado y se
han mantenido en el poder por pronunciamientos del Poder Electoral de sus
países, por lo cual se les considera democráticamente legitimados aunque sus
actos de gobierno, muchas veces se aparten de las normas esenciales de ese
sistema de gobierno.
La polémica acerca de si alcanza con que un gobierno sea
electo por el voto popular para ser considerado democrático, sin tener en
cuenta cómo desarrolla su gestión, es el tema fundamental de discusión política
de los últimos tiempos, pero lamentablemente, la estrategia adoptada por
quienes sostienen la condición de democráticos de los regímenes, de cualquier
ideología, que en los hechos no aparecen como tales, ha sido la descalificación
personal de los adversarios,
“Quién no está conmigo, está contra mí” dice Mateo en su evangelio. “Quienes son de derecha, son malos y solo la izquierda es capaz de lograr la felicidad de los pueblos”.
“Quién no está conmigo, está contra mí” dice Mateo en su evangelio. “Quienes son de derecha, son malos y solo la izquierda es capaz de lograr la felicidad de los pueblos”.
“Los que pretenden
imponer cambios sociales, son comunistas” son frases similares a las que
comúnmente escuchamos en los medios de comunicación, como forma de defenderse
ante las críticas que le dirigen a los gobernantes.
El Fuhrer, el Caudillo, el Duce, el Comandante o el Presidente, se encargaron y se encargan de descalificar a sus adversarios políticos, de insultarlos y menospreciarlos como si se tratara de seres viles, que solo piensan de qué forma le van a hacer mal a sus semejantes y si pueden, le aplican las máximas sanciones, procurando discriminarlos ante la sociedad en general, asignándoles la calidad de “enemigos del pueblo”.
El Fuhrer, el Caudillo, el Duce, el Comandante o el Presidente, se encargaron y se encargan de descalificar a sus adversarios políticos, de insultarlos y menospreciarlos como si se tratara de seres viles, que solo piensan de qué forma le van a hacer mal a sus semejantes y si pueden, le aplican las máximas sanciones, procurando discriminarlos ante la sociedad en general, asignándoles la calidad de “enemigos del pueblo”.
En esos regímenes seudo democráticos, los medios de comunicación
que no sean oficialistas y que se atrevan a criticar la gestión de gobierno,
son perseguidos hasta lograr que cierren (caso RCTV) y mientras puedan
sostenerse, deberán soportar todo tipo de agresiones, realizadas mediante todos
los medios que da el poder (CASO GLOBOVISIÓN).
La práctica política de descalificación, apunta
fundamentalmente a las personas, más que a sus ideas. Quienes controvierten
alguna medida gubernamental; ya sean técnicos o políticos; inmediatamente
reciben ataques personales de parte de los adversarios. “Que fulano es
propietario y por eso se opone al impuesto a las grandes superficies”; “Que
mengano es asesor de tales empresas y por eso está a favor de que se bajen
algunos impuestos” y muchos otros ejemplos más, que sería tedioso seguir
señalando.
Todas las críticas se dirigen a determinados aspectos
personales; por ejemplo que es hijo de tal o cual personaje que tiene un turbio
pasado; o que estuvo o está vinculado a alguna empresa, cuyos intereses
defiende con sus afirmaciones, dejando de lado el aspecto ideológico de la
controversia.
Esa mala costumbre que han adquirido los políticos izquierdistas
particularmente, se ha generalizado en los últimos tiempos y las
descalificaciones a los adversarios aparece como la única defensa que se
esgrime para sustentar sus ideas.
En países en los cuales; generalmente; la diferencia del caudal electoral que existe entre el partido de gobierno y los de la oposición no llega al diez por ciento del cuerpo electoral; es común que se la califique a “la derecha o a la izquierda opositora” con los más duros adjetivos, olvidándose de que se está insultando a casi la mitad de la población de un país.
En países en los cuales; generalmente; la diferencia del caudal electoral que existe entre el partido de gobierno y los de la oposición no llega al diez por ciento del cuerpo electoral; es común que se la califique a “la derecha o a la izquierda opositora” con los más duros adjetivos, olvidándose de que se está insultando a casi la mitad de la población de un país.
Quienes no piensan de la misma manera que el gobernante,
aparecen como personas deleznables, ideológicamente maléficos, que solo quieren
hacerle daño a sus semejantes. Esa descalificación llega a tal extremo, que no
se admite que una persona; etiquetada como “de derecha”; pueda tener buenas
ideas en otros aspectos que no sean políticos o que quiera ser solidario con
sus semejantes.
Si hace algo que pueda considerarse como una buena obra, es
porque persigue algún fin espurio oculto. Si expresa sentimientos altruistas,
solo lo hace por aparecer frente a la opinión pública como una persona buena,
cuando en realidad no lo es.
Esa manía descalificadora lleva, en la práctica, a una
división de la sociedad que se manifiesta de diferentes maneras, dificultando
la convivencia. Todos podemos
tener opiniones acertadas o equivocadas, porque como seres humanos que somos estamos
sujetos a equivocarnos, pero no se nos puede encasillar como “buenos o malos”
según nuestras ideas políticas.
Si esta nociva tendencia a la descalificación personal no se
revierte, se corre el riego de dividir cada vez más a la sociedad. Si no se adopta
una forma de convivencia basada en el respeto de las ideas ajenas, se corre el
peligro de caer en la intolerancia, que es la etapa previa a los
totalitarismos, tanto de derecha como de izquierda y por esa vía nunca se va a
llegar a lograr la convivencia pacífica, única forma de lograr la felicidad de
los pueblos. britozenair@gmail.com
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