viernes, 23 de noviembre de 2012
“TODOS SOMOS RESPONSABLES DEL PAÍS QUE TENEMOS”
“TODOS SOMOS RESPONSABLES DEL PAÍS QUE TENEMOS”
Pareciera que
desde 1998, cuando el presidente Caldera entregara el control del Estado al
teniente coronel, no hemos cambiado de gobierno, más bien hemos venido
asistiendo una continuidad en la silla presidencial como los reyes en el trono.
Las razones de
estas circunstancias pueden ser muchas y de diversos orígenes. Por decir, ¿Será
que el ciudadano o ciudadana promedio no se da cuenta de la condición precaria
en la que vive? ¿Será que vivimos esperando un cambio milagroso de quienes
están en el poder? Sin embargo, las evidencias demuestran que no podemos
esperar un milagro.
La elección
presidencial del pasado 7 de octubre donde se reeligió por 6 años más al
comandante, después de 14 años nefastos de gestión gubernamental ¿cuánto hará
por mejorar la situación crítica que vive la economía venezolana? Quizá muy
poco, considerando la situación mundial y los problemas estructurales que se
han venido creando a lo largo de la década pasada; pero, nos quedaremos sin
conocer el significado de la alternancia, uno de los principios fundamentales
de todo sistema que se presume democrático.
Además, sin un
cambio en la conducción del Estado que haga posible sentar las bases para un
cambio estructural que permita la reproducción de la vida de manera más digna.
¿Será que, debido a las repetidas campañas engañosas a las que no hemos
enfrentado en los últimos 14 años, nos hemos acostumbrado a esa ley perversa de
las promesas sin cumplir? y esto ha permitido que el círculo vicioso donde los
partidos políticos prometen cosas que no están en capacidad de cumplir se
acentúe.
Porque ¿de qué
otro modo se explica la permanencia en el gobierno del partido oficialista rojo-rojito
PSUV, que sigue haciendo las mismas promesas de las campañas pasadas y que en
14 años no ha cumplido ni cumplirá?
Por mencionar
algunas cosas: los miles de empleos que se dijo crearía, el país de
propietarios que prometió, el precario presupuesto asignado a los hospitales en
el “gobierno revolucionario socialista con sentido humano” y un largo etcétera
que daría para muchos artículos de opinión.
Otro elemento
que ha contribuido a la construcción de una ciudadanía débil y poco reactiva
ante las circunstancias son los llamados el cuarto poder: los medios de
comunicación, que no solo nos dan la noticia (también) nos dan el lente para
verla, para referirse a los hechos que se presentan y el tratamiento de ellos
en la mayoría de los medios de comunicación masiva.
Parece que el
llamado cuarto poder cada vez se distancia más de su tarea original: fiscalizar
la gestión pública y el devenir de la sociedad. Se han vuelto muchos de ellos,
los aliados perfectos para perpetuar el Status Quo. Han construido ciudadanías
domesticadas como diría Noam Chomsky.
Al parecer, este
hacer de las empresas mediáticas se ha encargado de inhibir la capacidad de
cuestionar, razonar, criticar. La realidad se opaca ante la retahíla de
noticias que vemos, leemos y oímos y que nos dan la falsa sensación de estar
informados de tal manera que se nos oculta la realidad que nos circunda.
En medio de todo
esto uno se pregunta ¿Dónde está el pueblo? ¿Por qué no se oye su voz? Parece
que las viejas costumbres heredadas de 14 años de freno lo han enmudecido.
Parece que las políticas veladas del miedo y la ignorancia implantadas por los
que no quieren un pueblo pensante y demandante, han hecho mella en el espíritu
popular.
Porque lo que
estamos viviendo provoca expresarse, resistir y resistirse a la forma en que se
gobierna a favor de unos pocos y en perjuicio de las mayorías. Las coyunturas
electorales deberían servir para que los ciudadanos y ciudadanas tuviéramos
información sobre los programas de gobierno, ideologías (dichas por el mismo
partido y no por el adversario) y por supuesto la promoción de sus candidatos,
sin embargo, el engaño, la difamación, la descalificación de los adversarios,
todas muy dañinas para la democracia, es lo que escuchamos.
A esto hay que
sumarle las vergonzosas campañas de miedo e intimidación en empresas estatales
y privadas, que, lamentablemente después de más de una década, siguen teniendo
los mismos efectos. Al hablar de venezolanidad, las verdaderas intenciones, -
deplorables en mucha ocasiones - se esconden en medio de discursos patrioteros
muy alejados de la realidad que afecta al pueblo venezolano.
¿Y entonces
quiénes son los responsables de esta situación? vale la pena aclarar que no es
responsabilidad de un sector solamente, a juicio nuestro, es una
responsabilidad de tres lados, estas partes se alimentan entre ellas en un
círculo vicioso que se debe romper.
Por una parte,
los partidos políticos, por su incapacidad de involucrar en sus estructuras al
pueblo, de modo que no sea visible sólo en las elecciones en una expresión
utilitarista. Por no darle el lugar que debiera en la toma de decisiones, por
ignorar la verdad de que son y existen porque hay un pueblo sobre el cual
descansan. Por no oír su enmudecida voz y no saber interpretar sus voluntades.
Por no ser
capaces de trascender las ideologías y construir relaciones cordiales,
respetuosas, tolerantes, fundamentales para la consolidación de un Estado
democrático. Por negarnos el derecho que tenemos como ciudadanos (as) de elegir
en completa libertad y no por intimidaciones, manipulaciones y chantajes. Estas
situaciones son posibles porque cuentan con la complicidad de algunos medios
parcializados del gobierno rojo-rojito, que olvidan que son responsables de
informar y comunicar.
Nosotros, la
sociedad civil, quienes tenemos pendiente la tarea de abrir nuestros sentidos,
para exigir tanto a los políticos como a los medios: transparencia en la
gestión de los primeros y compromiso con la ciudadanía, y los principios
fundamentales de un periodismo ético a los segundos. La responsabilidad no es
exclusivamente de uno o de otro sector de la sociedad, todos somos responsables
del país que tenemos y del país que podríamos tener.
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