“DEMAGOGIA ARTIMAÑA Y ARGUCIA”
Zenair Brito Caballero
(britozenair@gmail.com)
La
demagogia conforma un ingrediente de la política cuyo manejo debe ser
controlado y su empleo regulado bajo estricta observación clínica. No debe
dejarse al alcance de los charlatanes, pues causa adicción y severos trastornos
psicosociales amén de ser contagioso, pues quienes lo distribuyen tienden a
pensar que es la única herramienta para subyugar voluntades, a creerse sus
propias mentiras y a concluir que la viveza y el genio les pertenece todo.
Produce,
además, efectos colaterales y congénitos, que las sociedades suelen tardar
varias generaciones en erradicarlo; es altamente tóxico, si bien parece
relativamente inocuo a primera vista. Va asociado con el engaño y la trampa, y sus
antídotos clínicos conocidos son la ética, la estética y la pulcritud
La
madurez de una sociedad no siempre le permite ser inmune a la tiranía, ni su
grado de civilización, calidad de vida o nivel cultural forman anticuerpo. Hoy
mismo vemos en Estados Unidos el peligro de que una corriente radical, embozada
y apoderada del partido Republicano, llegue al poder y ensañe el odio racial,
la supremacía y el dogma religioso contra la mayoría de la población de ese
país que no es blanca, anglosajona y protestante. Francia tiene latente en su
cuerpo político el perverso extremista de Jean-Marie Le Pen, que desde 1974 ha
sido recurrente amenaza electoral, la más reciente en su hija contendiente de
François Hollande.
Venezuela
tiene la enorme victoria histórica de movimientos sociales que son originarios
de la idiosincrasia, la solidez y la inconfundible identidad nacional y el
espíritu que nos identifica.
El venezolano ha sido, gracias a la Independencia
lograda por nuestros gloriosos patriotas al mando del Libertador una democracia,
un Estado libre e independiente; civil y laico, y democrático sin vacilación, y
ese patrimonio único de la Historia nos ha hecho menos frágiles que nuestros
hermanos de América Latina a los fanatismos y los extremos, hasta que desgraciadamente
caímos en manos de un grupito de militares insurgentes y golpistas con ideas
izquierdosas y tiránicas que tienen atado y manipulado una parte de los
venezolanos desde hace 14 años, como el caso de la Cuba comunista de Fidel
Castro y con los deseos de perpetuarse en el poder.
Y,
aún así, no debemos confiarnos, pues esa dinámica precursora, civilizada y
ejemplar que a los venezolanos nos es consustancial, es un logro que se
construye todos los días, y por su pluralidad, por su libertad irrestricta y por
el respeto sin coto al florecimiento de las ideas, no nos vuelve por sí sola
invulnerables a la demagogia y al engaño del actual régimen, al cinismo
populista del comandante presidente y a la trampa de sus acólitos, que se
sienten tejidos por la verdad suprema, en realidad violadores estatutarios de
la ley y el orden.
Tenemos
que pisar firme y ver alrededor, pues no se requiere ser Mirabeau ni Churchill
para entender que cuando uno tiene que decir que es honesto, y que posee
autoridad moral, es que carece de ambas virtudes, y que más bien sus atributos
son la marrullería, la trampa, la intolerancia y el rencor del demagogo.
Es el mismo candidato-presidente que proclama que sólo él representa la revolución y el cambio de Venezuela precedido únicamente de la Independencia y de Simón Bolívar. Qué bueno que nada más le hacen falta siete millones de compatriotas para ganar otra vez la Presidencia, a los que manipula con su amor a los pobres, su misión lástima por una enfermedad que no se sabe si es cierta o es falsa y su apolillado discurso que refritea día y noche, tal vez hasta en sus ratos de soledad con su propia persona mirándose al espejo. Es capaz de armar una marcha, de confabular una rebelión, y de urdir un complot contra sí mismo.
Es el mismo candidato-presidente que proclama que sólo él representa la revolución y el cambio de Venezuela precedido únicamente de la Independencia y de Simón Bolívar. Qué bueno que nada más le hacen falta siete millones de compatriotas para ganar otra vez la Presidencia, a los que manipula con su amor a los pobres, su misión lástima por una enfermedad que no se sabe si es cierta o es falsa y su apolillado discurso que refritea día y noche, tal vez hasta en sus ratos de soledad con su propia persona mirándose al espejo. Es capaz de armar una marcha, de confabular una rebelión, y de urdir un complot contra sí mismo.
Afortunadamente,
Venezuela parece que ya no quiere sobresaltos, ni miedos, ni trepidaciones, y
menos experimentos de los que ya ha padecido durante 14 años; tampoco regímenes
autoritarios, déspotas, socialistas-comunistas, demagogos e intolerantes. Ya
conoció el menú completo, y los indicios apuntan a que privilegiará el retorno
de la política democrática, el progreso, la unidad, la serenidad y la sensatez.
Que sea para bien de nuestra nación. Hay un camino para lograrlo y es el camino
DEL PROGRESO. A votar el 7 de Octubre por la LIBERTAD.
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