EL
RETROCESO DE VENEZUELA EN ESTOS 14 AÑOS DE GOBIERNO SOCIALISTA
Zenair Brito Caballero (britozenair@gmail.com)
¿Por qué progresan los pueblos?
Seguramente avanzan más rápido aquellos que previamente han invertido en
educación de calidad y excelencia, instruyendo a sus habitantes para que juntos
o separados pero organizadamente participen de un plan elaborado desde el
gobierno.
En plena discusión sobre la pobre
calidad de la educación venezolana, es bueno plantearse si este gobierno que se
dice revolucionario socialista-comunista y por lo tanto humanista (y
humanizado) tiene claro que los seres humanos que habitan el país serán quienes
decidan con sus actos la felicidad o la infelicidad futuras. Nadie puede
discutir la enorme diferencia en el trato material hacia los sectores más
desposeídos.
Los planes en marcha con las llamadas
misiones, entre las que destacan las educativas, han permitido que gigantescas
masas de habitantes marginados tengan al menos los elementos mínimos de
supervivencia. Estas masas han estado y siguen estando ocultas a los ojos de la
mayoría. Pero de tanto en tanto algunas puntas se salen del área asignada como
territorio e invaden otras áreas a través del delito. Comen y se visten un poco
pero no por ello mejoraron su intelecto.
De todos modos hay que convenir en que
un trato “socialista” de los sectores necesitados aún no ha permitido salir de
cuadros vergonzantes que caracterizaron las décadas pasadas. Si el plan de
ayuda a través de las misiones es o no suficiente importa tan poco como que
algunos hayan malentendido la ayuda.
Será en todo caso motivo de acumulación
de experiencias para la discusión casi eterna de qué hacer con los pobres o los
excluidos. Lo que en cambio aterra de verdad es la marcha atrás constante que
la educación sigue teniendo en el país combinando bajo rendimiento en escuelas,
liceos y universidades con fuertes cambios culturales al tener dos sistemas
educativos paralelos, uno formal y otro no formal. Uno que forma y otro que
deforma.
Esta explosiva mezcla hace que los
jóvenes de hoy imiten todo lo malo con una facilidad de asombro. Se inclinan
por conductas predilectas de los delincuentes, hablan con el estilo de ellos,
se pintan el cabello y caravanean en motos y carros con resonadores, como seres
que desconocen por completo la ética y la armonía y hacen de la violencia su
programa preferido de televisión. Además, el delito aumenta, y la edad para
delinquir o prostituirse disminuye. ¡Vaya problema el que tenemos en Venezuela!
Porque si era lógico esperar de un gobierno
revolucionario socialista del siglo XXI que dice ser “humanista” la puesta en
marcha de un feroz, agresivo y revolucionario programa de educación, nos hemos
topado con la sorpresa de que la costumbre de “dejar pasar la historia” no era
patrimonio de aquellos gobiernos que se llevaron la acusación de liberales,
capitalistas y desalmados
El dedo acusador ya no sabe a dónde
apuntar y lo peor sería concluir que todos los gobiernos son igualmente
ineficientes a la hora de las grandes transformaciones, incluso éste que
prometía “hacer temblar las raíces de la República”.
Es increíble concluir que a casi catorce años después de puesta en marcha
una oportunidad inmejorable para cambiar a Venezuela, no solamente no se haya
encarado un programa de transformaciones sino que esté instalada una clara
pelea entre la educación oficial que demanda presupuestos y el gobierno que se
hace de rogar, al mismo tiempo que celebra el crecimiento de la recaudación
impositiva a niveles nunca antes alcanzado.
Son tan pocos los años que separan al niño(a) del adulto que al país se le
va todos los días la posibilidad de formar mujeres y hombres transformadores.
Hay un camino para lograrlo y es el del Progreso
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