“LA MAGNIFICENCIA
QUE SE LE ESTÀ DANDO AL BLACKBERRY”
Zenair Brito Caballero britozenair@gmail.com
Cuando el ser humano presume de ser
libre, la realidad lo desmiente. Él mismo ha creado una esclavitud, disimulada
de desarrollo y progreso, tanto o más agresiva que la de los trabajadores de
las minas en la época de la colonia española o la de los negros del sur de los
Estados Unidos, a quienes les amarraban las cadenas desde el vientre de la
madre.
Lo que se ha visto en los últimos
cien años es una vertiginosa creación de elementos tecnológicos para la
comodidad de los seres humanos, con la que se hace cada vez más patética y
agresiva la sociedad de consumo. Y bajo el oropel de los instrumentos de la
tecnología se esconden el estrés, la angustia, la ansiedad, la gastritis, los
accidentes cerebrales, el deterioro del medio ambiente, la desintegración de
las familias, el “sálvese quien pueda”, el afán de enriquecimiento y, como
consecuencia de éste, una extensa gama de delitos que los jueces no alcanzan a
calificar o califican mal, a conveniencia.
Con una amiga de mi generación
analizábamos el caso del teléfono, como ejemplo de lo anterior, que en nuestra
infancia estaba en pañales y lo que se veía en las tiras cómicas de Dick Tracy,
un detective que tenía un reloj de pulsera que era radioteléfono y en su
pantalla se veía al interlocutor, era una utopía. Pues ahora es una realidad.
Quién iba a imaginar, cuando
hacíamos cola en las casetas telefónicas de nuestras ciudades para hacer una llamada a Caracas, o a cualquier
pueblo, por cercano que fuera, lo que podía durar hasta una hora, que algún día
pudiéramos llamar desde un aparatico de bolsillo a cualquier parte del mundo. Y
que a esos artefactos tuviera acceso cualquiera persona, “sin distingos de
raza, religión, sexo, edad o condición económica”, como dicen los demagogos politiqueros
en campaña.
Pero el asunto de los teléfonos inteligentes
se está desmadrando. Éstos, como el agua, se filtran por todas partes y no
respetan intimidad, ni protocolo, ni ceremonias…Y al usuario le puede faltar
hasta la ropa para salir de la casa, pero que no se le vaya a quedar el
blackberry. Cuando éste timbra, la gente se idiotiza con el recibo del pin y no
respeta que esté en consulta médica u odontológica, en una entrevista con gente
de respeto o en misa, para contestar, porque primero hay que atender al
teléfono inteligente.
Pocos apagan el fulano blackberry o le ponen silencio en estos
eventos, porque les parece que van a quedar desconectados del mundo, aislados,
como en medio de la selva o del desierto. Parece amigos lectores que se está
exagerando la nota y que se les está dando demasiada preponderancia, se está
endiosando, se le está reconociendo estatus de rey, a un aparato que no es más
que eso: un aparato tecnológico. Hasta los modales de la gente se han alterado,
porque primero hay que atender el BLACKBERRY, sin respetar el lugar, la ocasión
o al interlocutor que le está hablando, así se cometa cualquier descortesía o irreverencia.
Primero atiendo y escribo un pin sin importar quien habla y que dice y luego se
pregunta (¿y que fue lo que me dijiste?)
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