“NOS ESTAMOS QUEDANDO SIN FAMILIAS ORIGINALES”
Zenair Brito Caballero
La cultura y la tradición judío-cristiana occidental, estableció desde sus orígenes, la familia como base de la estructura social humana, a partir del matrimonio monogámico conformado por hogares unifamiliares y parejas heterosexuales.
El pensamiento, la cultura y la conducta humana en su dinámica transformadora y/ o evolutiva en el tiempo y el espacio, modifica para bien o para mal los estándares culturales, los hábitos, las costumbres, los roles, las conductas, los fundamentos psicológicos, sociales, individuales y colectivos de los componentes humanos y hasta la genética cromosómica del evolucionado Cromagnón.
Lo cierto es, que la familia contemporánea y la venezolana no escapa de ello, afronta graves, agudos y crónicos conflictos que la están conduciendo a la disolución de su estado primario.
Nos estamos quedando sin familias originales, para darle paso a la discapacitada “familia ortopédica” conformada por “los tuyos, los míos y los nuestros” y ¿qué dilema y conflicto es levantar y educar conforme a sanos principios éticos y culturales, familias con estas características?.
Un acumulado de factores de gran impacto ha trastornado la unidad matrimonial y por ende la familiar, trayendo consigo severas consecuencias sobre hombres y mujeres divorciados, separados y sobre los hijos de los desechos matrimonios.
El colectivo social, hereda las consecuencias de este fenómeno, producto de la inmadurez, la fragilidad emocional, la efervescencia pasional juvenil y el desordenado apetito sexual humano, manifiesto desde temprana edad, lo cual ha degradado y envilecido al hombre al grado de incapacitarlo para amar de verdad, con decisión y entereza moral a su cónyuge.
Nuestras familias caminan a la deriva, sin dirección, sumidas en conflictos secuenciales y consecuenciales de nefasto impacto para las víctimas de la destrucción familiar: prostitución, adulterio, infidelidad, drogadicción, alcoholismo, suicidio, homicidio, delincuencia, perversión sexual, violación, quiebra económica, etc., son algunos de los tantos efectos que el divorcio causa, sumiendo en amargura, resentimiento social, frustración y dolor a todos aquellos que directa o indirectamente son víctimas de la disolución familiar: los hijos, sean niños, adolescentes o jóvenes.
Entre tanto, el Estado y las autoridades gubernamentales, permanecen ajenos a esta tragedia social, y solo expiden Leyes permisivas, coercitivas, o sancionatorias pero no educativas para enfrentar este daño que tanto mal le está causando al ser humano y a la sociedad.
En Venezuela según estadística, el 65% de las uniones maritales de hecho o por derecho se separan o se divorcian y estas ocurren mayoritariamente en los primeros siete años de su convivencia.
La gente toma el matrimonio como algo “desechable”; la fragilidad de la institución matrimonial es de tal magnitud, que los cónyuges deciden “solucionar” aun los más simples problemas acudiendo a la separación o al divorcio.
La familia primaria natural; hoy es remplazada por la familia ortopédica y esta sigue lanzando al complicado mundo social cantidades de hijos emocionalmente amputados, e incapaces de regenerar la estructura de valores ya perdida.
britozenair@gmail.com
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