“EL
ENCARECIMIENTO DE LOS ALIMENTOS”
Zenair
Brito Caballero
El
fantasma del hambre que más que cabalgar vuela día tras día, en un periplo
asimétrico e inusitado, no ha encontrado respuestas contundentes al nivel de
las carencias alimentarias en diversos puntos de la geografía venezolana.
Sin
pretensiones apocalípticas no puede soslayarse que este fenómeno, que va
teniendo expresiones duras en las demandas sociales, está íntimamente
relacionado con otros dos fenómenos, que pueden estar marcando el fin de una
era económica internacional: la crisis energética y la crisis del modelo
agrícola prevaleciente, por lo menos desde los años sesenta del siglo pasado.
La
crisis energética está significada por el agotamiento del petróleo como fuente
de energía dominante en el mundo que empieza atisbarse en el horizonte.
Mientras que al modelo agrícola, fundado en la producción en base al uso
sostenido de pesticidas, herbicidas y fertilizantes, parece estarle cobrando la
naturaleza las deudas pendientes, expresadas sobre todo en la crisis ambiental
y el cambio climático, que afectan a la producción agropecuaria internacional.
El agotamiento del petróleo, como mayor fuente de energía para los procesos productivos dominantes, ha traído como consecuencia para el campo el intento de la sustitución del hidrocarburo por los llamados agro combustibles, lo que ha impactado la producción de alimentos.
El agotamiento del petróleo, como mayor fuente de energía para los procesos productivos dominantes, ha traído como consecuencia para el campo el intento de la sustitución del hidrocarburo por los llamados agro combustibles, lo que ha impactado la producción de alimentos.
Se
ha hecho discernible que puede ser más rentable la producción de ciertos
productos agropecuarios, que sirven para la producción de las energías, es
decir los agros combustibles que la producción de bienes de consumo. Dichos
factores, sumados a la especulación creada por las principales industrias y por
las subvenciones dispares en el agro por las políticas gubernamentales, han
creado una atmósfera propicia para lo que se le ha denominado la crisis
alimentaria.
El
tema sobre este tópico ha suscitado nuevos debates, entre los productores de
estas fuentes alternas de energía y los consumidores. En ese tenor, el ex
presidente de Brasil, Luis Ignacio Da Silva, se ha defendido señalando
reiteradamente que entre otras causas, que han propiciado los aumentos de los
precios agrícolas están la "especulación" del precio del petróleo y
los subsidios europeos y estadunidenses a la agricultura. Y que la producción
brasileña no ha descuidado la de los alimentos, al mismo tiempo que concuerda
con lo que han apuntado diversas ONG´s sobre los cereales, especialmente de
Estados Unidos de Norteamérica, que sí provoca daños y ha generado la baja en
los "stocks" de los alimentos.
Y a
ello habría que sumar la crisis ecológica que se prevé por las inundaciones que
provoca el desbordamiento del río Mississippi en una gran proporción en el país
vecino del norte. Se prevé que
sigan disminuyendo los "stocks" y las producciones de ciertos
alimentos por los nuevos perfiles y expectativas sobre el uso de agro
combustibles.
En
ese contexto Jacques Diouf, director general de la FAO, ha declarado que se
requieren unos 30 mil millones de dólares anuales para descartar el espectro de
los conflictos por los alimentos que se perfilan en el horizonte mundial. La
FAO ha puesto en marcha un plan de emergencia por valor de 17 millones de
dólares para hacer frente a los máximos históricos alcanzados por los precios
de los alimentos, que amenazan con empeorar la precaria situación de más de 800
millones de personas.
Dichos
fondos cubrirían las necesidades inmediatas y proveerían a los pequeños
agricultores de algunos de los países más pobres de las semillas, fertilizantes
y otras herramientas necesarias para impulsar la producción agrícola para las
temporadas de siembra en 2013.
Si
bien el horizonte internacional no es nada alentador con relación a la crisis
de alimentos por sus elevados precios y costos y, que sirve para la instrumentación
del mercado alimentario de las grandes transnacionales en el ramo, el panorama
nacional aún luce más desolador.
Hace
varios años diversas voces hemos denunciado el trance difícil por el que pasa
el agro venezolano, así como la eventual pauperización del campo nacional por
el desequilibrio en los subsidios que se otorgan a la producción agropecuaria
en diversos países. En ese contexto, la seguridad alimentaria es un elemento
fundamental de seguridad nacional, por los altos costos sociales que habría que
facturarse en lo inmediato, pues la verdadera solución para mejorar el
desequilibrio requiere de un cambio de fondo en las políticas públicas para el
campo y la producción de alimentos.
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