jueves, 8 de noviembre de 2012

LO IMPORTANTE NO ES LA FACHADA SINO LO QUE ESTÁ DENTRO


LO IMPORTANTE NO ES LA FACHADA SINO LO QUE ESTÁ DENTRO
Zenair Brito Caballero 
(britozenair@gmail.com)
Podemos contemplar la vida como una larga carrera por poseer: tenemos casas, apartamentos lujosos, carros suntuosos, educación, instrucción, cultura… hasta nos reservamos un lugar en el cementerio. Hablamos de “mi dentista”, “mi universidad”, “mi profesor”, “mi peluquero”.
Es como si esos títulos de propiedad nos hicieran más fuerte, más importante, incluso más feliz. Por el contrario, si nos preocupamos por desarrollar nuestras capacidades (solidaridad, respeto al otro, valoración de uno mismo y de los demás, la creencia en el otro, etc.) entonces somos gente rara, que no sintoniza con la cultura del siglo XXI.
Lo sano estaría en la línea de saber “tener” para posibilitar el desarrollo de nuestras potencialidades. Así: el deportista incrementa sus cualidades físicas, la intelectual crece en su capacidad de saber y el obrero se perfecciona en su profesión. Podemos concluir que el afán normal de “tener” se vincula siempre al bienestar personal, familiar o a una idea científica o religiosa; en cambio, el afán neurótico se cimienta sobre la propia inseguridad, el sentimiento de inferioridad o la angustia de la envidia.
Lo importante amigo lector no es la fachada, sino lo que está dentro. Debemos esforzarnos por robustecer en los más jóvenes lo que son, no lo que tienen. Así los valores de la solidaridad, el compromiso, la honradez, la tolerancia, por ejemplo, están por encima de poseer un carro último modelo o comprarse unas sandalias de marca. Lo primero es lo esencial, lo segundo accidental.
El niño debe encontrar un clima donde se permita sentir y expresar hasta las emociones más perversas. Un buen lema sería: se permite sentir y expresarlo con la palabra. Por ejemplo, las vivencias agresivas no se pueden llevar a la práctica, pero sí se pueden expresar y contar.
También debe aprender que no es el ombligo del mundo. Las necesidades de los otros, y sus deseos, son el contrapunto de sus inclinaciones y proyectos. Ser adulto es tener en cuenta al otro y sus necesidades.
Los instintos más negativos deben transformarse a través del arte, el deporte o la cultura. La felicidad es sinónimo de equilibrio con uno mismo y con el entorno. La felicidad se construye en el intento de armonizar las necesidades del propio yo con el universo. La felicidad es aceptar lo mucho o poco que somos o tenemos y sincronizarlo con las exigencias propias y externas.

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