“EL AGOTAMIENTO
DE LOS GOBIERNOS FARSANTES”
ZENAIR
BRITO CABALLERO
(britozenair@gmail.com)
A finales de la década
de los 70 y a partir de los 80 del siglo pasado, "teniendo como telón de
fondo" los procesos democráticos que vivió la Europa meridional y América
Latina, muchos estudiosos de las ciencias sociales comenzaron a cuestionarse
sobre los problemas modernos de la democracia, en especial su vinculación con
los regímenes políticos y la relación institucional entre el Estado y la
sociedad civil.
Por lo que se refiere al
desarrollo de los gobiernos en América Latina, el presidencialismo es la
institución que, en este contexto, se ha analizado para poder conocer las
causas de la fragilidad democrática (o si se quiere crisis democrática) que
viven los países de la región.
El sistema
presidencialista es la forma de organización política preponderante en la
región y el origen de todos sus males. De acuerdo con muchos autores, las
rigideces propias del régimen presidencial tales como la tendencia a la
concentración del poder, la ausencia de un poder moderador, la naturaleza de
ganador único en las elecciones con la posible consecuencia de estancamiento en
la relación entre el Ejecutivo, el Legislativo. El Judicial y el Moral (juego
de suma cero) y el potencial polarizador de dichas elecciones, inducen a estos
regímenes a vivir en permanente conflicto e inestabilidad.
De ahí que hayan
planteado como el mejor medio para combatir estas dificultades, el hacer
avanzar los regímenes presidencialistas hacia sistemas semipresidenciales que
incentiven la conformación de mayorías que puedan hacer cumplir los programas
de Gobierno, que doten de una mayor capacidad para gobernar en el marco de un
sistema multipartidista, que generen una menor propensión a que los Ejecutivos
gobiernen dentro de los límites de La
Constitución y otorguen
mayores facilidades para destituir al jefe de un Ejecutivo que actúe en contra
de la misma o de los intereses de la población.
No obstante, no todo el
problema vinculado con las crisis latinoamericanas está en las deficiencias del
diseño institucional que desincentivan la cooperación y obstaculizan la
suscripción de compromisos y pactos de carácter consociativos necesarios en
todo proceso de transición a la democracia.
El otro gran factor que
ha detonado la mayoría de las crisis gubernamentales en América Latina ha sido
la imposibilidad de los Gobiernos de resolver las añejas y nuevas carencias
sociales que afectan a su población, así como de reducir las cada vez más
preocupantes desigualdades, la miseria y la pobreza. De acabar con la guerra de
clases y de generar nuevas oportunidades para sus ciudadanos. En fin,
consolidar un Estado social de Derecho capaz de producir a la vez crecimiento
económico y bienestar social.
El hastío y la
desilusión ante gobiernos mentirosos y farsantes, por la carencia de
representatividad y de soluciones viables a los problemas de la sociedad es
tal, que los ciudadanos han comenzado a ensayar nuevas opciones (Populismos,
demagogias, democracias plebiscitarias, control popular sin intercesión
institucional, poderes fácticos vs Poderes legales, etc.) que han puesto en
riesgo ya la estabilidad interna de varios países y podrían poner en peligro
incluso a la región y al continente entero.
Nuestro país tiene que aprender de las lecciones de la
historia y evitar caer en propuestas populistas y demagógicas socialistas-comunistas que ya lleva 14 años,
como medio para enfrentar la pauperización y las desigualdades que castigan a
nuestro pueblo. Venezuela ha perdido en casi 14 años de régimen revolucionario
la oportunidad de adecuar las instituciones nacionales a la nueva realidad
política de la nación y de consolidar la democracia social para poner fin a los
rezagos en la materia. En 14 años, no se ha podido concretar ninguna reforma
importante y los programas sociales que ha venido aplicando no son más que la
continuidad de los programas de la administración anterior pero con otros
nombres como las llamadas misiones, que ya mostraron sus límites.
Para el gran cambio
fundacional es necesario que se tome en cuenta este enorme reto y nos ofrezcan
propuestas concretas y verdaderas orientadas a fortalecer nuestra
institucionalidad y asegurar un desarrollo social más equitativo. Hay un camino
para este cambio EL DEL PROGRESO.
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