viernes, 7 de septiembre de 2012

“EL AGOTAMIENTO DE LOS GOBIERNOS FARSANTES”


“EL AGOTAMIENTO DE LOS GOBIERNOS FARSANTES”
ZENAIR BRITO CABALLERO 

(britozenair@gmail.com)

A finales de la década de los 70 y a partir de los 80 del siglo pasado, "teniendo como telón de fondo" los procesos democráticos que vivió la Europa meridional y América Latina, muchos estudiosos de las ciencias sociales comenzaron a cuestionarse sobre los problemas modernos de la democracia, en especial su vinculación con los regímenes políticos y la relación institucional entre el Estado y la sociedad civil.
Por lo que se refiere al desarrollo de los gobiernos en América Latina, el presidencialismo es la institución que, en este contexto, se ha analizado para poder conocer las causas de la fragilidad democrática (o si se quiere crisis democrática) que viven los países de la región.
El sistema presidencialista es la forma de organización política preponderante en la región y el origen de todos sus males. De acuerdo con muchos autores, las rigideces propias del régimen presidencial tales como la tendencia a la concentración del poder, la ausencia de un poder moderador, la naturaleza de ganador único en las elecciones con la posible consecuencia de estancamiento en la relación entre el Ejecutivo, el Legislativo. El Judicial y el Moral (juego de suma cero) y el potencial polarizador de dichas elecciones, inducen a estos regímenes a vivir en permanente conflicto e inestabilidad.
De ahí que hayan planteado como el mejor medio para combatir estas dificultades, el hacer avanzar los regímenes presidencialistas hacia sistemas semipresidenciales que incentiven la conformación de mayorías que puedan hacer cumplir los programas de Gobierno, que doten de una mayor capacidad para gobernar en el marco de un sistema multipartidista, que generen una menor propensión a que los Ejecutivos gobiernen dentro de los límites de La Constitución y otorguen mayores facilidades para destituir al jefe de un Ejecutivo que actúe en contra de la misma o de los intereses de la población.
No obstante, no todo el problema vinculado con las crisis latinoamericanas está en las deficiencias del diseño institucional que desincentivan la cooperación y obstaculizan la suscripción de compromisos y pactos de carácter consociativos necesarios en todo proceso de transición a la democracia.
El otro gran factor que ha detonado la mayoría de las crisis gubernamentales en América Latina ha sido la imposibilidad de los Gobiernos de resolver las añejas y nuevas carencias sociales que afectan a su población, así como de reducir las cada vez más preocupantes desigualdades, la miseria y la pobreza. De acabar con la guerra de clases y de generar nuevas oportunidades para sus ciudadanos. En fin, consolidar un Estado social de Derecho capaz de producir a la vez crecimiento económico y bienestar social.
El hastío y la desilusión ante gobiernos mentirosos y farsantes, por la carencia de representatividad y de soluciones viables a los problemas de la sociedad es tal, que los ciudadanos han comenzado a ensayar nuevas opciones (Populismos, demagogias, democracias plebiscitarias, control popular sin intercesión institucional, poderes fácticos vs Poderes legales, etc.) que han puesto en riesgo ya la estabilidad interna de varios países y podrían poner en peligro incluso a la región y al continente entero.
Nuestro país  tiene que aprender de las lecciones de la historia y evitar caer en propuestas populistas y demagógicas  socialistas-comunistas que ya lleva 14 años, como medio para enfrentar la pauperización y las desigualdades que castigan a nuestro pueblo. Venezuela ha perdido en casi 14 años de régimen revolucionario la oportunidad de adecuar las instituciones nacionales a la nueva realidad política de la nación y de consolidar la democracia social para poner fin a los rezagos en la materia. En 14 años, no se ha podido concretar ninguna reforma importante y los programas sociales que ha venido aplicando no son más que la continuidad de los programas de la administración anterior pero con otros nombres como las llamadas misiones, que ya mostraron sus límites.
Para el gran cambio fundacional es necesario que se tome en cuenta este enorme reto y nos ofrezcan propuestas concretas y verdaderas orientadas a fortalecer nuestra institucionalidad y asegurar un desarrollo social más equitativo. Hay un camino para este cambio EL DEL PROGRESO.

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